Ultimamente he visto explicaciones de cómo se hizo determinada imagen por parte de su autor, casi siempre explicando la técnica utilizada. A veces se aprenden cosas. Otras son invitaciones a realizar el mismo tipo de técnica para conseguir algo similar. En muchas ocasiones la intención final es compartir experiencias y conocimientos con distintos compañeros de afición.
Yo también he pensado en describir “cómo la hice”, tomando como ejemplo esta imagen:
Resulta fácil previsualizar una imagen así cuando son múltiples los estímulos que recibo a lo largo de la semana por distintos medios: el temporal que está cayendo, algunas fotos que veo por internet, los partes metereológicos, las ganas de ir a la montaña… A esto se le va añadiendo un ingrediente fundamental a medida que pasan los días: me siento encerrado de una estancia a otra, de un lugar a otro, un día sí y otro también, mientras sueño con escuchar el viento, caminar por la nieve, sudar y escucharme el corazón ascendiendo las blancas pendientes. Pienso en llevar la cámara encima y poder encontrar algún bosque recién nevado como aquel que nos encontramos hace dos años. ¡Sé que hay nieve!.
Va llegando el sábado. ¡Voy a tener un hueco para escaparme!. Subiré. Preparo todo el día anterior. Tengo muchísimas ganas de darme un paseo con raquetas entre los bosques y respirar sus nieves frescas. Pero pienso en las fotos así que llevo la cámara en la mochila (eso sí, algo más ligera, casi con lo esencial).
Salgo de casa. Es pronto. ¿Dónde voy?. No hay nadie por la ciudad y la tromba de agua que está cayendo no augura un buen día. Ya da igual. Si no puedo hacer nada volveré a casa, pero al menos podré contemplar la estampa invernal. Llego a la carretera que asciende al pueblo de destino. Todo está repleto de nieve. La cosa se complica y no puedo llegar al final porque cada vez está más blanco. Observo unos montañeros sacando nieve con las palas para dejar su coche. No lo veo claro. Doy media vuelta. De bajada me paro en medio de la carretera. ¡Vaya espectáculo y yo sin poder hacer nada! Todo el bosque está recién nevado. Saco la cámara por “matar el gusanillo” pero tengo que irme. Recorro varios lugares y el problema se mantiene: no puedo aparcar porque aún no han pasado las quitanieves. Resignación. ¡Otra vez será!.
Me dirijo al otro lado del valle. Lo recorro, lo saboreo, lo disfruto desde el coche. Visiono unos árboles solitarios allá arriba. ¡Veo un sitio para el coche y, por fin, consigo aparcar!. Me abrigo. Ya es media mañana pero da igual. Dejo la comida en el coche; no tengo hambre, no tardaré demasiado. Salgo andando y enseguida me calzo las raquetas. ¡Que gozada!¡Qué maravilla poder caminar por estas laderas así, sin viento, con las nubes encima y el paisaje que va quedando abajo poco a poco!. Camino hacia los troncos. Llego. Saco la cámara. No hay nadie. Estoy solo. Ellos y yo; yo y el paisaje. Todo está en calma. Les rodeo, busco ángulos. No tengo prisa. ¡¡Qué maravilla, qué maravilla!!. El paisaje es en blanco y negro. Las imágenes también lo son. Unos caballos comienzan a remontar para acercarse a mí pero se frenan a pocos metros al comprobar que no soy su amo. Sigo recorriendo el lugar. Sondeo nuevos árboles entre briznas de nieve que van cayendo intermitentemente. Limpio el objetivo. Respiro. Me impregno del momento. Hay más bosque pero me queda demasiado lejos. Veo otros árboles. Me acerco, los recorro. Ya cuando me alejo el sol parece asomarse entre las nubes y me hace girar. Veo mi árbol, él me mira a mí y tras toda la mañana buscándole….finalmente….disparo.
¡Estoy feliz!.
Así «la hice». ¡Ah! me preguntas por la cámara, el diafragma, trípode, si usé o no filtros, la distancia focal, el ISO y si tenía puesta la reducción de vibración…
¿Y qué mas da?