Recientemente he tenido la oportunidad de observar, por segunda vez, estos fenómenos que se producen ocasionalmente en nuestros cielos denominados “rayos anticrepusculares”. En esta ocasión los he disfrutado durante un atardecer. La primera vez que los vi fue durante las primeras luces del día, con los rayos pareciendo partir del horizonte marino minutos después de la salida del sol. Son fenómenos que nos desconciertan pues no existe una fuente de luz aparente de la que procedan.
Los rayos anticrepusculares aparecen opuestos al sol, es decir, que se ven en el lado contrario por donde se oculta (o sale) el sol. Se trata de rayos paralelos que parecen converger en el punto antisolar, debido a la perspectiva lineal. La convergencia es en realidad una ilusión. La explicación a este fenómeno es, como decimos, esa perspectiva desde la que observamos. Ni los rayos crepusculares son verticales (abriéndose desde la posición del sol) ni tampoco lo son los rayos anticrepusculares. Se trata de la sombra producida por las nubes que se proyecta por encima de la cabeza del observador y que al mirar al horizonte parecen confluir en un punto de fuga.
En Google he encontrado esta imagen y este gráfico que me parecen representativos de lo que ocurre en realidad:
Los rayos anticrepusculares son visibles con más frecuencia a la salida o puesta de sol. Aunque suceden a la vez, los rayos crepusculares son generalmente mucho más brillantes que los rayos anticrepusculares que tienen una intensidad menor al dispersarse por la atmósfera.
En función de las condiciones ambientales del momento podremos observar unos chorros de luz muy marcados o un ligero conjunto de haces que pueden ser dispersos o casi imperceptibles.
Se trata de un fenómeno bastante curioso. Estoy seguro que os llamará mucho la atención cuando lo tengáis delante.
Miguel Angel Peláez 